El artista grabador Alfred Nefe (Fotografía cedida por el Geldmuseum der Oesterreichischen Nationalbank) |
el infinito
Los molinos de Dios pintan despacio
Alfred Nefe
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Como las otras grandes filatelias artísticas del mundo, la de Austria tiene los períodos modernos estéticamente segmentados por sus primeros grabadores y diseñadores. Y en la segunda mitad del siglo pasado, si hay un grabador que podría discutir la primacía de Rudolf Toth, ese es sin duda su propio colega y compañero del Banco Nacional, Alfred Nefe.
Y es que Alfred Nefe es también, como Rudolf Toth o Ferdinand Lorber, un grabador eminente de la filatelia moderna en Austria y en el mundo. Pues Nefe no sólo grabó un buen puñado de sellos y billetes, sino que además fue maestro recordado y perdurable de otros artistas relevantes como Maria Laurent, Kurt Leitgeb o incluso y a última hora, hasta de Robert Trsek.
La verdad irrefutable que prevalece de Alfred Nefe es que fue un
retratista de excepción en el acero severo, tanto en los sellos como en los billetes,
en espacios más reducidos como en áreas mayores, siempre abismado en los
brillos infinitos del metal.
Nacido en 1923 en Kleinraming (Estado de Oberösterreich, Austria), Alfred Nefe falleció en enero de 2019, a los 95 años de edad. Tras los estudios básicos, Nefe fue instruido en la Escuela técnica de artes y oficios de Steyr (Fachschule für Eisen- und Stahlbearbeitung), donde tuvo como maestro a Hans Gerstmayr en la sección de grabado sobre metal.
Hans Gerstmayr nació en la primavera de 1882 en Rubring an der Enns y falleció en octubre de 1987, cumplidos hacía meses los 105 años. Hijo de un agricultor humilde, Gerstmayr fue alumno y amigo de Michael Blümelhuber. Medallista de prestigio y con un gran dominio del grabado en general, Gerstmayr se desempeñó con brillantez en la Viena convulsa de las primeras décadas del siglo pasado. En 1920, el artista se hizo cargo del departamento de grabado sobre metal en la Escuela de artes y oficios de Steyr, puesto que mantuvo hasta que se jubiló en 1949.
El otro maestro importante en el aprendizaje de Alfred Nefe fue Hans Ranzoni, al que conoció y admiró en el Graphischen Lehr- und Versuchsanstalt, instituto superior de formación gráfica de Viena. Esta relación se produjo después de 1945, que es cuando Ranzoni sustituyó a Alfred Cossmann (1870-1951) como profesor en esa entonces remozada institución de Viena. En 1970, Alfred Nefe cinceló en uno de sus mejores sellos un espléndido retrato de Cossmann, inspiración máxima y mentor último de todos los grabadores austríacos.
Y sobre los pocos pero decisivos años transcurridos entre el tiempo en que Nefe estuvo en la Escuela de Steyr y los meses de posguerra en Viena, cuando trabó relación con Hans Ranzoni, se cierne el velo hostil de la hecatombe centroeuropea. No hay constancia evidente, como por lo demás de casi la mayoría de grabadores de esos momentos y lugares, sobre qué determinó y qué pensó el joven Alfred Nefe en aquellos instantes tenebrosos, así como de qué modo participó o no en los miedos y terrores del período. Incluso alguien tan por entonces libre y desinhibido como Hans Ranzoni, en unas pequeñas memorias escritas en 1986 (Der Kupferstecher Hans Ranzoni d. J., de Helmut Kuhn), centró los recuerdos de aquellos años en las penurias y angustias sufridas en la primavera y el verano de 1945, cuando fue detenido e interrogado en Viena por soldados soviéticos. Y del resto, Ranzoni venía a contar que sólo sus habilidades artísticas lo salvaron de malos trances seguros, antes, durante y después del infierno. Nefe, sin embargo, en 1940, por señalar un año crítico, tenía 17 años, y no era más que un joven que soñaba con convertirse en un artista gráfico respetado, preferentemente como grabador.
Sean como fueran esos años de Alfred Nefe, en la posguerra estaba en Viena y pudo asistir a las clases de Ranzoni en el Graphischen Lehr- und Versuchsanstalt. En 1948, Nefe fue admitido como grabador en el Banco Nacional, y muy notorias tenían que ser sus condiciones porque a comienzos de los años cincuenta ya empezó a trabajar en los nuevos billetes austríacos que diseñaban Josef Franz Renner (1886-1957) y enseguida y principalmente Roman Hellmann. Rupert Franke (1888-1971), en ese momento jefe de grabado artístico en el Banco Nacional, había solicitado a Ranzoni un joven prometedor y Nefe fue el elegido. Franke, igualmente grabador de sellos, fue también profesor de Nefe en el Instituto Gráfico de Viena y dio una calurosa bienvenida en el Banco Nacional a su discípulo, que recibió asimismo el ánimo entusiasta del artista Josef Seger (1908-1998).
Siendo de la misma generación que Rudolf Toth (1918-2009), aparte de compañero de mesa en el Banco Nacional, podría sorprender que Alfred Nefe empezara a grabar sellos casi veinte años más tarde que aquél. Pero esta incongruencia tiene una explicación clara, y es que Alfred Nefe estaba demasiado atareado entre mitad de los años cincuenta y hasta mediada la siguiente década, pues suyos son la mayoría de retratos y viñetas de los nuevos billetes nacionales que en esos tiempos fueron entrando en circulación. Toth también participó en el grabado de motivos para esos billetes, pero en mucho menor grado.
Y de hecho, de los 9 billetes de esa nueva serie del período 1956-1970, Toth grabó dos retratos de los anversos y tres viñetas de los reversos, mientras que Alfred Nefe labró seis retratos y cinco viñetas, además del perfil de Franz Grillparzer de la serie anterior (1954).
Completó el resto de grabados de esa serie de billetes una jovencísima Maria Laurent, con apenas 19 años recién llegada al Banco Nacional austríaco en 1957, muy alentada y supervisada por Nefe. Laurent, pese a su juventud, venía como Nefe de la Escuela de Steyr, garantía de pulso y destreza.
Alfred Nefe no encontró demasiadas diferencias artísticas entre grabar un sello y un billete, aunque admitió que algunos aspectos técnicos había que enfocarlos de una forma distinta. «La exigencia es la misma», dijo Nefe en una entrevista (OeNB Informationen, 1972.4), «y en cuanto a las condiciones materiales, he de decir que algunos billetes los grabé sobre cobre, si la plancha de impresión así lo demandaba, mientras que los sellos siempre los tallé en acero. Luego también considero que en los grabados de billetes, el mayor espacio disponible permite tomar más decisiones artísticas, pero al mismo demanda una gran armonía general; en los sellos sin embargo, la misma síntesis facilita esa consonancia de un modo natural».
La fama de Alfred Nefe como grabador de billetes rebasó enseguida las fronteras austríacas y el artista llegó a aceptar un encargo del Riksbanken de Suecia a principios de los años sesenta. Nefe grabó el perfil del rey Gustavo II Adolfo de Suecia en el billete de 100 coronas sobre el diseño de Eric Palmquist (1908-1999).
En el billete de Angelika Kauffmann, Alfred Nefe contó con la devoción y la entrega de su alumna Maria Laurent, que grabó la viñeta del reverso, intrincada y encomiable. Nefe escrutó el retrato de la pintora propuesto por Roman Hellmann con un grabado impregnado de sensibilidad y pureza.
A finales de la década de los setenta, en los últimos años de Alfred Nefe en el Banco Nacional, llegó como invitado por sus méritos académicos un joven Robert Trsek (Linz, 1959-). Y esos días que pasó al lado del grabador experimentado habrían de ser inolvidables, y Trsek siempre recordó después que «mi maestro Nefe me dio el mejor consejo posible para grabar, y fue repitiendo muchas veces, ante cualquier pequeña dificultad, que los molinos de Dios pintan despacio» (philaseiten.de).
Y ni qué decir tiene que Alfred Nefe utilizaba esa expresión en el sentido directo del grabado, y en realidad sólo decía pintar por la treta gramatical conseguida con la lengua vernácula entre mahlen (muelen) y malen (pintan).
Es una circusntancia curiosa que Alfred Nefe grabase en 1966 el sello del Prater de Viena, con la emblemática noria donde precisamente en 1948, el año en que el artista entró en el Banco Nacional, se rodó una de las escenas más famosas del cine. La Viena de El tercer hombre, tenebrosa y aun así bella y excitante, es la ciudad donde Alfred Nefe dio comienzo a su carrera brillante de grabador de sombras.
De todas maneras, cuando Alfred Nefe se incorporó al Banco Nacional se atisbaba una pequeña luz en el horizonte de la devastación ocupada. En un breve prólogo a El tercer hombre que luego incluyó en uno de sus libros de memorias, Vías de escape, ¡apropiado título también para aquel joven y aturdido Alfred Nefe!, Graham Greene recordaba la sorpresa de ver el cambio radical que en sólo tres meses había sufrido Viena durante ese año de 1948. «Cuando Carol Reed fue conmigo a Viena para ver las escenas que yo había descrito en el guión de El tercer hombre, quedé perplejo al comprobar que entre el invierno y la primavera, Viena había cambiado por completo. Los restaurantes del mercado negro, donde sólo con mucha suerte podían encontrarse en febrero unos cuantos huesos que se hacían pasar por cola de buey, ahora servían ligeras comidas legales. Y habían retirado las ruinas fronteras al Café Mozart, que yo había bautizado sólo unas semanas antes vieja Viena. Así que una y otra vez me oía a mí mismo decir a Carol Reed, 'te aseguro que Viena no era de veras así hace tres meses…'».
Pocas líneas después de ese párrafo, Graham Greene relató en la misma nota cómo fueron sus últimas horas de febrero en la Viena de 1948, la misma ciudad en la que Alfred Nefe comenzaba en esos instantes a urdir su obra y en la que trataba de asentar una nueva vida.
«En mi última noche en Viena invité a cenar a mi amiga Elizabeth Bowen, que había llegado a la ciudad para dar una conferencia en el Instituto Británico, invitada por el British Council. Después la llevé al Oriental. No creo que hubiera estado nunca en un nightclub tan sórdido.
»-A media noche habrá una redada policial -le dije.
»-¿Cómo lo sabes?
»-Tengo mis contactos.
»Al dar exactamente las doce, tal como había pedido a mi amigo que lo ordenara, un sargento británico bajó estrepitosamente las escaleras, seguido por un policía ruso, otro francés y otro norteamericano. El lugar estaba en penumbra, pero sin vacilar (se la había descrito al detalle) el sargento atravesó el sótano hacia Elizabeth y le pidió que le mostrara su pasaporte. Elizabeth me miró con sorpresa y respeto. Al día siguiente, yo viajaba camino de Italia. Todo había terminado, salvo el relato que tenía que escribir para la película».
Alfred Nefe grababa despacio y con trazo seguro. Además lo hacía como los grabadores de antaño, con una pequeña lupa y con el ojo rastreando el acero cegador. El nivel de los sellos austríacos no podía ser mayor en los años sesenta, y Alfred Nefe terminó de afianzarlo en el mundo, si es que no lo estaba ya de sobra.
Los retratos, antes en los billetes y de inmediato en los sellos, eran la faceta preferida de Alfred Nefe, que singularmente en una emisión de Liechtentein derrochó genio y que vino a ser, más que una exhibición de prepotencia envarada, una afirmación sosegada de brío incontenible.
Los diseños de los 8 sellos fueron obra de Adalbert Pilch, que por costumbre solía ser extremadamente cauteloso en los retratos, proporcionando pinturas acrílicas basadas en fotografías de los personajes.
El artista llegó tarde al mundo del grabado de sellos, sobrepasados los cuarenta años, pero cuando lo hizo sentó cátedra. Alfred Nefe venía de grabar retratos de billetes durante quince años y hacerlo ahora en sellos, fue como una liberación muy relajadora y al mismo tiempo desafiante.
Bien que por diferentes motivos, Alfred Nefe desembarcó en la filatelia casi al mismo tiempo que Otto Stefferl, pero de quien más diseños grabó, al igual que Rudolf Toth, fue de Adalbert Pilch.
Con más de 300 sellos en su haber, Adalbert Pilch es el diseñador más prolífico de la filatelia austríaca. Pilch se fijó en los sellos siendo muy joven, cuando era alumno de Wilhelm Dachauer. «Los sellos me llamaron la atención desde siempre», reveló el diseñador a Thomas Hofmann muchos años después (Kulturberichte Niederösterreich, 1998), «así que le pregunté a Dachauer cuál era su secreto. Y Dachauer me contestó muy taxativo: 'Soy incomparable en este campo, y además, ¡este es mi negocio, así que olvídese de los sellos! '».
Adalbert Pilch conoció a Dachauer en la Academia de Bellas Artes de Viena en 1937, a donde llegó tras graduarse en la Goethe-Realschule y luego de abandonar la Universidad Técnica vienesa, y después, entre 1940 y 1945, fue pintor de guerra para el Museo de Historia del ejército austríaco. Gran ilustrador de libros, Pilch firmó sus primeros sellos a mitad de los años cincuenta, y dibujó algunos retratos para billetes austríacos diseñados por Roman Hellmann. El artista, que nació en Viena el 16 de febrero de 1917, murió en una residencia de ancianos en diciembre de 2004 en Tulln (Baja Austria), abatido por el fallecimiento de su esposa Irene unos meses antes. Pilch contrajo matrimonio con Irene en 1942 y no tuvieron hijos.
Entre 1970 y 1971, Nefe concedió otros dos retratos majestuosos en sellos de Liechtenstein. Y especialmente el de la Princesa Gina es único y estrepitoso. Libre de las sujeciones altivas de los retratos de billetes, Nefe literalmente ensaya nuevos modos de tramar unas facciones. Y en el grabado de la Princesa, más que ondular o curvar, circula ambiciosa y casi temerariamente los rasgos faciales más comprometedores y exigentes, audacia palpable también en el retrato de Enrica von Handel-Mazzetti y perceptible en el de Von Suttner de 1965. ¡Y con qué resultado tan extrañamente hipnotizador!
Al tiempo que grababa estos retratos magistrales, Alfred Nefe se implicó en algunas de las series austríacas más lujosas de la época, tan pronto diseñadas por Adalbert Pilch como por Otto Stefferl.
Como hiciera dos años antes en un solo sello, en 1974 Alfred Nefe contrapunteó con los buriles algunos dibujos más del artista botánico Carlos von Riefel (1903-1993).
En la Staatsdruckerei, la imprenta estatal de valores, el departamento artístico solía reducir un primer bosquejo lineal del diseño original, procediendo entonces a fijar mediante el pantógrafo, al tamaño exacto del sello, un dibujo elemental de contornos que quedaba estampado sobre la placa de acero o cobre entregada al grabador.
Pero ese croquis marginal, como bien se puede observar en las instantáneas expuestas de algunas pruebas de estado iniciales e intermedias, sólo servía de orientación básica al grabador, que a su vez disponía de un diseño de grabado propio más exacto y específico, aparte de contar con una copia de la propuesta original.
En los retratos de sellos apaisados, Alfred Nefe ejecutó algunos perfiles ejemplarmente incisivos y elocuentes, así en estos diseñados por Adalbert Pilch y Otto Stefferl. Sobre ambos grabados, en apariencia similares en su planteamiento, Nefe diserta con palabras hendidas casi contrapuestas.
Como en la mayoría de los grabadores de sellos, Albrecht Dürer era también una de las referencias imprescindibles de Alfred Nefe. Previendo el cañamazo de la impresión fotomecánica del huecograbado, Nefe redujo en 1971 una pintura del maestro de Nürnberg.
Y esa urdimbre de la impresión sucesiva del huecograbado fue muy bien calibrada en el sello de Dürer, como fue riguroso y tenso el solo grabado en talla dulce de Alfred Nefe.
En 1990, Nefe versionó en un sello a otro de los grandes artistas de la historia. Se trata de una miniaturización ardua y compleja del fragmento seleccionado por Auguste Böcskör (1929-2003), y Nefe discriminó y eligió dónde y cómo sondear para después excavar en su metal.
Las impresiones combinadas en calcografía y huecograbado, y en aquellos años la factura de la Staatsdruckerei era impecable, garantizaban un reflejo muy cabal de la obra de arte original, pero el solo grabado exalta más nítidamente la auténtica recreación en que consiste un sello tallado a buril.
Así y todo, y si bien no se prodigó demasiado en fondear pinturas para estos sellos tan estridentes, Alfred Nefe sí que grabó alguna con verdadera finura y elegancia.
La predilección de Alfred Nefe por los retratos era enconada, pero el grabador no decepcionaba en otras expansiones, fueran paisajes, obras de arte o vistas inesperadas.
Una vez asignado el grabado de un sello, los artistas proporcionaban pruebas de estado a la Staatsdruckerei, que las revisaba y fechaba.
Lógicamente esas fechas no son determinantes para fijar con absoluta exactitud el tiempo que Alfred Nefe empleaba en grabar cada sello, pues hacía paralelamente otras cosas salvo indicación expresa de urgencia, pero sí que se puede estimar que el artista tardaba de media unas 5 ó 6 semanas en terminar el encargo.
Por más personajes que grabara, nunca se repitieron los ejes lineales en cada nuevo grabado. Alfred Nefe variaba buscando. Y en la búsqueda surgía siempre un destello innovador.
Alfred Nefe era muy cuidadoso y pausado cuando estaba encima de su pequeño pedazo de infinito, encandilador y reluciente, y tomaba todas las precauciones posibles. Nefe nunca improvisó, ni aún menos tiró de oficio. Cada grabado era el primer grabado.
Generalmente los grabadores con obra de sellos y billetes, empiezan con los primeros y más adelante, corroborada su pericia, acaban participando en la confección de los segundos. No es el caso de Alfred Nefe, que recorre el camino inverso.
Y no sólo eso, sino que aún después de grabar el último retrato de billete, Alfred Nefe todavía permaneció cerca de veinte años surcando sellos con sus herramientas de orfebre afanoso y tenaz.
La tozudez de Nefe en los retratos no cesaba, todo lo contario, más bien el artista ahondaba dentro de sí mismo, agudizando la mirada y forzando el estilo incorruptible.
Alfred Nefe se desligó nominalmente del Banco Nacional a finales de los años setenta, cuando acababa de grabar el retrato de Erwin Schrödinger que sería utilizado en el billete austríaco de 1000 chelines de la década siguiente.
A Erwin Schrödinger lo volvería a grabar Alfred Nefe cuando ya había dejado el Banco Nacional, pero esta vez en un sello emitido por Austria en 1987. Y pudiera parecer demasiado liviano el grabado, pero únicamente está velado por la capa colorida del fotograbado. No hay ligereza, y sí y sólo elección esencial.
La impresión combinada en huecograbado y calcografía, merced a la indiscutible fogosidad estética del color, fue progresivamente ganando espacio en las emisiones austríacas. Pero Nefe, reacio por su ideario clásico a esas crepitaciones, aún procuró, ¡y consiguió!, preservar el alto nivel artístico del sello austríaco moderno. En los retratos de Boltzmann y Musil, Alfred Nefe destapa el tarro de las mejores esencias del grabado centroeuropeo en los sellos.
No obstante, el compromiso de Alfred Nefe con los sellos grabados fue tan decidido con el paso de los años, que el artista admitió sumisamente las nuevas formalidades estéticas.
En cualquier caso, la Staatsdruckerei ofrecía unas impresiones perfectas en este método de combinación de calcografía, y no siempre a un solo color, más las capas fotomecánicas del huecograbado.
Como todos los grandes artistas del sello, Alfred Nefe no precisaba de huecos holgados para dejar su marca de calidad. Un centímetro y medio y basta.
Quizá y después de todo, grabar sellos para Alfred Nefe fue culminación y en absoluto decurso anodino. A mediados de los años ochenta, Nefe insistió a Robert Trsek en que intentara preferentemente dedicarse a grabar sellos, cosa que consiguió por fin en 1995. Nefe no imaginaba entonces, claro está y aunque terminó por verlo, que Austria decidiría un mal día terminar con el arte del sello grabado en sus emisiones.
Friedrich Mayr fue un artista polifacético que diseñó una veintena de sellos austríacos entre 1982 y 2007. Nacido en 1929 en Sankt Marien, Mayr falleció en 2019 a los 90 años. Como Nefe, Mayr conoció a Hans Gerstmayr, aunque a una edad más tardía. Después Mayr fue profesor en la Escuela de Steyr.
Alfred Nefe grabó sobre todo sellos para las emisiones de Austria y en mucha menor medida de Liechtenstein, pero también rubricó unos pocos en las del Vaticano y Luxemburgo (stampengravers.blogspot.com), siendo los retratos de 1990 de este último realmente extraordinarios.
El sello de Ludwig Wittgenstein que Alfred Nefe grabó en 1989 tiene cierta afinidad con el anterior de Schrödinger, y no sólo por la concebible relación temática. Es un grabado franco y conciso, y Nefe debió de ponderar minuciosamente cada línea cortada. Como Helga Herger en el diseño del sello de 1987, Otto Zeiller (1913-1988) tomó como base de la composición gráfica una fotografía sugestiva del personaje, uno de los grandes pensadores del siglo pasado. El retrato del poeta Sebastian Rieger (1992) es poesía de Nefe en el acero, intensa y duradera.
Antes de morir en enero de 2019, Alfred Nefe determinó que gran parte de su obra artística fuese donada al Geldmuseum der Oesterreichischen Nationalbank, que aún clasifica y cataloga el conjunto. Mientras tanto aquí está su obra visible, unos grabados maravillosos en sellos y billetes como ya no se hacen en casi ninguna parte del mundo.
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Nota al texto
De entre todos los primeros grabadores de sellos, de Alfred Nefe
es de los que menos información accesible hay por ningún sitio.
Y de hecho, y en lo referente a las fotografías incluidas en esta entrada, he tenido acceso a ellas por la gran amabilidad de uno de los responsables del Museo del dinero del Banco Nacional de Austria (Geldmuseum der Oesterreichischen Nationalbank), que también me informó de que Nefe falleció en enero de 2019. He de decir que cuando vi las imágenes en la bandeja de entrada de mi correo electrónico, me llevé una gran alegría, la de poner cara al fin a uno de los mejores grabadores de sellos.
Respecto a la fecha exacta de nacimiento de Alfred Nefe y el
lugar, ni siquiera constan en la ficha técnica del Banco Nacional de Austria,
según me aseguró un empleado del departamento de personal. Sí me pudo confirmar, en cambio, que Nefe entró en el Banco Nacional en 1948.
Hay una entrevista a Alfred Nefe en un número de 1973 (GN 35, mayo)
de la revista alemana Geldgeschichtliche Nachrichten. Contacté con la
redacción de la revista para ver la manera de acceder al artículo pero no hubo
suerte. Sí que me dijo la redactora que atendió mi petición, que en la entrevista Nefe
sólo habla de su carrera como grabador de billetes y que no constan ni el lugar
del nacimiento ni la fecha exacta.
En todo caso, y como el resto de entradas del blog, este perfil biográfico está sujeto a poder ser revisado y ampliado.
Ramón A.
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