Georg Wimmer, grabador de sellos |
Viven en
nosotros innúmeros.
Si pienso o siento, ignoro
quién es el que piensa o siente.
Soy tan sólo el lugar
donde se siente o se piensa
Ricardo Reis
Escribir es una obligación secreta, mientras que la oficina está allá arriba, en la vida
Franz Kafka
Quiero
gozar de la ironía de que no me extrañen
Fernando Pessoa
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La filatelia de Austria tiene tantos y tan buenos grabadores de sellos, que artistas como Georg Wimmer casi pasan desapercibidos en la lista selecta de grandes rúbricas donde sobresalen primero los nombres de Schirnböck, Lorber, Toth, Stefferl o Nefe. Y ciertamente y en el caso de Wimmer, aún más que en el de Kurt Leitgeb o Alfred Fischer, esta postergación espontánea y cortés armoniza a la perfección con su misma vida cotidiana, que al menos en los rasgos generales de apariencia formal y nítidamente perceptible, fue ordenada y modesta.
Georg Wimmer fue funcionario de día y grabador en sus ratos libres. Hombre común por las mañanas y artista mínimo y pudoroso en los atardeceres. Y casi se hubiera cumplido el anonimato ordinario de no ser porque acabó publicando, que en su caso consistió en firmar ex libris y sobre todo los muchos sellos austríacos que grabó a partir de 1947, cuando ya sobrepasaba con creces los cincuenta años.
Antes de ese ecuador de vida plena, Wimmer braceó sin desmayo en unas décadas que fueron para Austria en particular y Europa en general, trepidantes, convulsas y finalmente infernales. Georg Wimmer luchó y sobrevivió a la hecatombe de Europa. Y después grabó sellos con pulso firme y pasión inquebrantable.
En cuanto a su total obra filatélica atañe, Georg Wimmer grabó a buril alrededor de 80 sellos, todos emitidos por Austria entre 1947 y 1971 (stampengravers.blogspot.com) y de un rango artístico incontestable y rotundo.
Funcionario aplicado y leal
Georg Wimmer nació el 3 de febrero de 1892 en Berg, una localidad perteneciente al distrito de Neunkirchen, en la zona de la Baja Austria, al sureste del país. Al año de nacer, su madre murió dando a luz, circunstancia trágica que alentó al padre a cambiar de aires y comprar una pequeña granja en Oberdanegg.
Durante unos años y siendo todavía muy niño, Georg fue enviado con unos familiares cercanos que vivían en Ramplach, otro pueblo de Neunkirchen (Tillfried Cernajsek, exlibris-austria.at). Asistiendo a la escuela, algunos profesores vieron pronto la facilidad natural del niño para el dibujo, y ya adolescente, Georg llegó a ser contratado en una empresa de estampación textil cuando apenas tenía 12 ó 13 años. Allí el joven Georg se interesó por la técnica del grabado en general, y esta circunstancia le indujo a orientar sus estudios de los años siguientes en esta parcela artística tan poco frecuentada.
En los años en que fue militar, aparte de alcanzar enseguida el grado de sargento, Georg Wimmer se labró rápidamente su futuro profesional. Las facultades artísticas de Wimmer le permitieron ser adscrito al área de topografía, y dos años después de acabar la guerra fue contratado en el Instituto de Geografía Militar (K.u.k. Militärgeographisches Institut), institución fundada en 1839 y que entre 1913 y 1918 dependió directamente del Ministerio de Guerra. En 1923, del remodelado instituto militar surgió la Oficina Federal de Metrología y Topografía (Bundesamt für Eich und Vermessungswesen), donde Wimmer se desempeñó como grabador de mapas sobre planchas de cobre hasta su jubilación en 1954, tras más de treinta años de servicio obstinado y leal.
En los años en que fue militar, aparte de alcanzar enseguida el grado de sargento, Georg Wimmer se labró rápidamente su futuro profesional. Las facultades artísticas de Wimmer le permitieron ser adscrito al área de topografía, y dos años después de acabar la guerra fue contratado en el Instituto de Geografía Militar (K.u.k. Militärgeographisches Institut), institución fundada en 1839 y que entre 1913 y 1918 dependió directamente del Ministerio de Guerra. En 1923, del remodelado instituto militar surgió la Oficina Federal de Metrología y Topografía (Bundesamt für Eich und Vermessungswesen), donde Wimmer se desempeñó como grabador de mapas sobre planchas de cobre hasta su jubilación en 1954, tras más de treinta años de servicio obstinado y leal.
Desde el momento referido del matrimonio y hasta los meses posteriores a la II Guerra Mundial, apenas hay información segura de las actividades de Georg Wimmer, fuera, claro está, de su permanencia en la Oficina Federal y de la dedicación más o menos continua al diseño y grabado de ex libris. Y también se sabe que Wimmer no descuidaba su formación artística, y aprovechaba muchas tardes para entablar relación con profesores y colegas, en los que encontraba apoyo y en cierto modo, consuelo y esperanza. Pero nada se sabe de otros posibles hechos del grabador en aquellos frenéticos años treinta, y aún menos de cómo sobrevivió en los tiempos de la guerra, así como ni siquiera hay indicios de, por supuesto, cuáles eran sus ideas políticas ni qué acciones pudo llevar a cabo.
En cualquier caso, tampoco es muy arriesgado conjeturar que Georg Wimmer no mostró predisposición alguna en empezar a grabar sellos en aquella época primero turbia y después inclemente, pues los ex libris de esas fechas revelan a las claras que el artista dominaba con solvencia el grabado en talla dulce sobre espacios reducidos.
De haber intentado acercarse al mundo de los sellos antes o después del Anschluss (1938), muy probablemente la Staatsdruckerei de Viena hubiera acogido a Wimmer con los brazos abiertos, pues eran momentos de una gran ebullición publicitaria y todo artista competente, y más un grabador virtuoso, habría sido bien recompensado.
Un nuevo horizonte
Si no ya desde finales de 1945, a los pocos meses de concluida
la gran guerra, es seguro el dato de que en 1946 la Staatsdruckerei vienesa ya había contactado con Georg Wimmer. Y el artista
presentó en esos meses algún proyecto que fue descartado, acaso porque sólo se
trataba de una prueba de capacidad (Día del Sello de 1946).
Para la serie de la Catedral de San Esteban que se emitió en diciembre de 1946, la Staatsdruckerei alentó un curioso concurso entre diez de los grabadores con que tenía relación en esos momentos. Y Georg Wimmer, aún entonces sin firmar ningún sello emitido, era uno de ellos. Se trataba de que todos grabasen el mismo sello, concretamente el de la estatua de la Virgen María con el niño Jesús. El sello emitido fue el de Hubert Woyty-Wimmer (1901-1972), que grabó dos veces la misma viñeta y un total de cuatro distintos en la serie.
En la segunda mitad de los años cuarenta del siglo pasado, cuando Georg Wimmer formalizó su compromiso de colaboración con la Staatsdruckerei, Austria emitió muchas series sobretasadas de un gran valor artístico. En estas emisiones debutó Wimmer en 1947. Y en este mismo año, el grabador participó en una serie muy simbólica y respetuosa con las heridas aún abiertas.
La serie, de ayuda y homenaje a los prisioneros sobrevivientes de la guerra, fue diseñada por Sepp Jahn (1907-2003) y constó de un total de 6 sellos, todos impresos en calcografía y con unas viñetas elocuentes y bellas.
Sepp Jahn estuvo
en los campos de batalla de la II
Guerra Mundial tomando apuntes gráficos que luego utilizaría en su obra,
y en su formación artística, cuyo momento decisivo fue la asistencia a la Academia de Bellas Artes de Viena, recibió la influencia de,
entre otros, Wilhelm Dachauer, diseñador
capital de la filatelia austríaca y universal.
Casi al mismo tiempo que con Adalbert Pilch y bastante antes que con Otto Stefferl, Georg Wimmer grabó en los años cincuenta varios diseños exigentes de Robert Fuchs.
Maestro sin maestros
A diferencia de otros grabadores, Georg Wimmer no tiene evolución en su estilo. Llegó al grabado de sellos en plena madurez y no había obstáculos que vencer ni metas que alcanzar. En un estudio publicado en 2013 y centrado sobre todo en su producción de ex libris, Tillfried Cernajsek no pudo sintetizar mejor el camino recorrido por Georg Wimmer, De autodidacta a maestro (Österreichische Exlibris-Gesellschaft, Vom Autodidakten zum Meister, 116 pp.).
Así que desde que Wimmer empezara grabar sellos en 1946 y hasta que terminó el último en 1971, pasaron veinticinco años en los que el artista sólo repitió tenazmente trazo y estilo, sin relajar nunca la exigencia impuesta ni aún menos la destreza lograda.
Sobrevolando la obra filatélica total de Georg Wimmer, se observa con claridad que los retratos no son en absoluto preponderantes. Tal obviedad puede tener su explicación más inmediata y razonable en que cuando Wimmer llegó, estaban todavía y en plena madurez Ferdinand Lorber y Hans Ranzoni, que tenían preferencia por los retratos, y después otros artistas más jóvenes como Rudolf Toth sobre todo, y enseguida Alfred Nefe (1923-2019), fueron progresiva y rápidamente refinando su técnica, y ambos serían enseguida unos maestros intratables en esta faceta del grabado.
No obstante y con ser sólo siete u ocho los retratos grabados por Georg Wimmer, todos son excepcionales, y no siempre el artista mantuvo la uniformidad en la estría, sino que adaptó sin problemas su estilo enérgico y vigoroso al diseño confiado, sin por otro lado descuidar la técnica afianzada.
En tanto que grabador de sellos más que de ex libris, la jubilación en 1954 intensificó la predilección filatélica de Georg Wimmer. Fue una liberación feliz, y el artista se sintió eufórico en su ahora única tarea importante de grabar sellos. Y de tal manera fue así, que desde ese año y hasta 1971, cuando grabó su último sello, nunca faltaron en las emisiones austríacas de cada año tres o cuatro voluptuosidades de Wimmer.
Como otros grabadores austríacos del período, a partir de mitad de la década de los años cincuenta Georg Wimmer grabó más diseños de Adalbert Pilch que de cualquier otro artista gráfico.
Junto a Koloman Moser, Wilhelm Dachauer y Otto Stefferl, sin duda Adalbert Pilch es el diseñador más destacado de la filatelia austríaca. Pilch nació el 16 de febrero de 1917 en Viena, falleciendo en diciembre de 2004 en Tulln.
Estudiante en la Academia de Bellas Artes de la capital, Adalbert Pilch fue alumno y admirador de Dachauer, de quien acabó además siendo amigo. Pilch participó en la II Guerra Mundial como dibujante y pintor del ejército, y tras sobrevivir a esa experiencia retomó su carrera como artista gráfico centrándose en la ilustración de libros y en el diseño de sellos.
Se estiman en más de 300 sellos los diseñados por Adalbert Pilch, la mayoría emitidos por Austria, más unos treinta por Liechtenstein y hasta alguno por Israel.
Prestigio creciente
Conforme su inscripción se fue haciendo habitual en las emisiones calcográficas de Austria, el prestigio de Georg Wimmer se asentó plenamente como un grabador de sellos tocado por la excelencia.
La llegada de Otto Stefferl a la filatelia de Austria supuso una pequeña revolución en todo el espectro gráfico de los sellos, pues el artista no sólo deparó diseños osados y deslumbrantes, sino que también aportó ejemplos sublimes de la tipografía entendida en su sentido más amplio de fusión perfecta entre imagen y palabra.
Invariablemente, Georg Wimmer no cejó de reiterar su estilo ya presentado en los primeros sellos, y que no consistió en otra cosa sino en unas incisiones ceñudas en su individualidad separada y a la vez serenamente integradas en el conjunto del grabado, efecto conseguido a través de contrastes progresivos y bien pautados.
Georg Wimmer debió de sentirse muy afortunado de poder entallar las concesiones fulgurantes y geniales de un artista como Otto Stefferl.
En 1969, Georg Wimmer colaboró en una de las series estelares de Otto Stefferl y en realidad en una de las emisiones más fastuosas de la filatelia austríaca.
Los 8 sellos de la serie fueron emitidos en una hojita de factura impecable, y Georg Wimmer, a la altura de los demás artistas implicados, ofreció dos grabados escrupulosos y penetrantes.
Georg Wimmer casi no llegó a grabar sellos en los que la impresión fotomecánica ocupara más área estética que el propio grabado, tan habituales en la filatelia de Austria a partir de los años setenta, pero en alguno hendió apenas con los buriles unas líneas muy oficiosa y sucintamente.
En sus últimos años de tarea artística, Georg Wimmer continuó grabando concepciones de Adalbert Pilch, y entre ellas esta que celebró el Día de la Madre en 1968. Y es uno de los mejores sellos de Wimmer, y también de Pilch, que utilizó en el diseño una pintura propia de casi diez años antes, Madre y niño, usada desde entonces en tarjetas navideñas y otras felicitaciones.
Quizá y muy lógicamente por algún problema de salud, Georg Wimmer dejó de grabar sellos en 1971. El artista murió cuatro años después, el 22 septiembre de 1975, y había dejado dicho con antelación a su mujer que la mayor parte de sus grabados y planchas originales, así como los apuntes y dibujos, fueran entregados a uno de los museos locales de Neunkirchen (Tillfried Cernajsek, cit.). Era la ultima voluntad de un artista circunspecto que expresó su fe verdadera en el espacio mínimo y discreto de un puñado de grandes sellos.
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